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'Concha la Papajiga' Cedida
Gente Cercana: 'Concha la de Papajigo', una emigrante valverdeña en Madrid desde los 11 años
Gente Cercana

'Concha la de Papajigo', una emigrante valverdeña en Madrid desde los 11 años

A pesar de la distancia, Concha recuerda con cariño su infancia en el pueblo

Fernando Negrete Sosa y FERNANDO NEGRETE GARCÍA

Lunes, 18 de julio 2022

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En la sangrienta emigración de los años 50 y 60 del siglo pasado, miles de extremeños tuvieron que abandonar sus hogares buscando un futuro que aquí no iban a encontrar. Valverde de Leganés pasó de 5.480 habitantes a 3.115. Fueron 2.365 los valverdeños los que se vieron obligados a emigrar a otras zonas de España o al extranjero.

Concepción Rastrollo Antúnez, conocida como 'Concha la de Papajigo', era una niña valverdeña que en 1955 tenía 11 años, vivía con la felicidad lógica de la edad, junto a sus padres, Francisco y María, y sus hermanos, Pepe, Ángel y Juan; era la más pequeña y por su corta edad, ignoraba que vivía en una parte de España donde el futuro, o no existía o era muy sombrío.

Concha nació el 8 de septiembre de 1944, «…me pusieron el mismo nombre de una amiga de mi madre que murió en el parto, la mujer de 'Lechuga', que se llamaba Concha y así le pusieron a la niña y a mí también, en recuerdo de aquella amistad».

Nació en la calle La Cruz, 10, donde vivía con sus padres, hermanos, abuela materna, Matilde, y su tío Julio 'Güevarra', hermano de su madre, que fue alcalde socialista de Valverde en tiempos de la República.

«Me pusieron el mismo nombre que una amiga de mi madre, que murió en el parto, la mujer de 'Lechuga'»

De su infancia recuerda «los veranos que nos sentábamos al fresco en la calle con otros vecinos. Los chiquillos jugaban al salto a la mula, a estirar la cuerda de un lado de la acera al otro y cuando pasaba la gente se asustaban y los niños se reían. A las niñas nos decían las madres que no mirásemos la Luna pues nos podía coger. A mi hermano Juan le gustaba mucho el cine y solía ir al que había en el Llano, el Valmarrey. Tiempo después mi padre compró una huerta en la Nave y allí vivimos tres años. Como estaba cerca del pueblo, veníamos todos los días.

Ante la preocupación de mi madre por nuestro futuro, dado que ya no teníamos suficientes tierras para trabajar y vivir de ellas todos nosotros y la nueva familia que iniciaba mi hermano, tomaron la decisión de vender la huerta y marcharnos a Madrid donde ya vivía mi tío Pepe, hermano de mi madre, quedándose mi hermano mayor en Valverde. Era el año 1955».

Ya en Madrid compraron una casa cerca de donde vivía su tío Pepe, en el Puente de Vallecas, su padre comenzó a trabajar de guarda y su hermano Ángel en un taller de fundición, hasta sus jubilaciones, su hermano a los 65 años, pero su padre ¡a los 77!. Su hermano Juan, tenía 14 años y entró de aprendiz de fontanero en la construcción de la Torre de Madrid en la Plaza de España. Mientras, Concha iba a la escuela hasta que cumplió los 14 años y dice que «cuando salí de la escuela, empecé en un taller de modistas a aprender ese oficio que ejercí hasta que me casé. Mi marido era cordobés, se llamaba Fernando, era muy trabajador y bueno, también emigrante, había venido con su familia desde Lucena (Córdoba), tuvimos dos hijos, Fernando y Rosa María, de los que tengo cinco nietas. Los domingos solíamos ir a visitar a otros paisanos que también habían emigrado a Madrid. Mi madre ayudó a muchos de los recién llegados, alojándolos unos días en casa hasta encontrarles trabajo y casa, incluso dándoles apoyo económicamente hasta que ellos se valían y podían devolver lo prestado.

Siempre hemos vuelto al pueblo a ver a mi familia, en semana santa, en verano, por la feria, etc. Llegamos a comprar una casa en la calle Olivenza, que luego vendimos cuando mis hijos se hicieron mayores».

Concha confiesa que no es de las personas que gustan de estar quietas, así por los años 80 estudió herbodietética y abrió un herbolario que le fue muy bien; es muy amante de todo lo natural, de las plantas medicinales y de todo lo relacionado con la naturaleza.

Concha nació en la calle La Cruz donde vivía con sus padres, hermanos, abuela materna Matilde, y su tío Julio 'Güevarra'

Actualmente sigue viniendo de vez en cuando al pueblo, a casa de su sobrino Alfonso y su mujer, Toni. «Me gusta visitar amigos y familiares, como mi prima Eloísa Ríos. Disfruto mucho cuando estoy entre mi gente. Tengo dicho a mis hijos que cuando me muera quiero que me entierren en Valverde, junto a mi marido, que ya descansa allí, mis padres y dos de mis hermanos. ¡Espero que tarde mucho!»

Para terminar, Concha cuenta dos curiosidades, una sobre el mote 'Papajigo': «Siendo mi padre un chiquillo iba a llevarle la comida a su padre que era manijero de Donato Berrocal. Un día junto a otro muchacho, tardaban mucho en llegar, y mi abuelo, preocupado salió con otro trabajador a buscarlo. Lo encontraron subido a una higuera hartándose de higos, y la expresión del padre fue: ¡míralo, parece un papajigo!»

La otra, «es una extraña historia que me contaba mi madre: Conoció a una señora mayor que siempre lloraba porque decía que le habían robado un hijo que nunca vio. Vivían en Badajoz y lavaba la ropa de una familia influyente. Estando embarazada y próxima a dar a luz, la obligaron a ir al rio a lavar la ropa y allí tuvo al niño que al momento de nacer le fue arrebatado por dos hombres que desaparecieron rápidamente. Cuando llegó a la casa, desconsolada, contó lo sucedido, sin que nadie la creyera. ¡Anda ya, mujer, el niño se habrá caído al agua! Ese fue el consuelo que recibió. Mi madre decía que a aquella mujer todos los años le echaban en su casa una bolsa con monedas de oro, y que un día sus hijos vigilaron para saber quien dejaba las monedas y sorprendieron a un hombre que al sentirse descubierto huyó a caballo, y nunca más recibieron las valiosas monedas».

La historia la concluye Concha: «Hace unos años, en una boda, conocí a un amigo de la novia que había estudiado psicología con ella y que en aquellos momentos estudiaba informática e historia, y era familia de los Parra de Valverde, y hablando con él, le conté esa historia y me dijo que ya la conocía, que se la había contado su abuelo Pepe Parra».

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